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Premios Literarios Miguel Hernández 2024 Exposición Bibliográfica Miguel Hernández Genealogía de Ramón Sijé

Coetáneos de Miguel Hernández

Gerardo Diego Cendoya


Gerardo Diego fue el menor de los siete hijos del matrimonio entre D. Manuel Diego Barquin, -que anteriormente había quedado viudo y con tres hijos del matrimonio habido con Dña. María Santos Gómez- y Dña. Ángela Cendoya Uría en 1882. Nació en Santander el 3 de octubre en el cuarto piso del número 7 de la calle Atarazanas. En sus bajos, primero sus padres y luego sus hermanas Ángela y Felisa hasta el incendio del año 1941, que destruyó Santander, mantuvieron una tienda de tejidos, que trasladarían después a Madrid.

La infancia del poeta va a transcurrir en este ambiente, evocado en su libro Mi Santander, mi cuna, mi palabra (1961). Una infancia que pasa en gran parte jugando en la tienda con los gatos, hurgando en el cajón del dinero o como cuenta en la décima "Misterio doloroso del niño perdido en la relojería", escondido en una relojería esperando que todos los relojes dieran las cinco, mientras sus familiares le buscaban por todo el edificio. Ya sabemos de dónde le viene el gusto por los relojes, una imagen muy utilizada en su lírica.

A los seis años inicia estudios de solfeo. Más tarde hará su primera comunión en los Jesuitas. Ya a estas alturas, con casi diez años, es un niño espigado, serio y algo retraído. Poco después, ya con los diez años cumplidos, en septiembre de 1906 ingresa en el instituto, siendo una época recordada por los problemas de algunas de las aulas en las que estudió: ayuntamiento, parque de bomberos..., por los compañeros, entre los que destaca el también poeta León Felipe y por la variedad de sus profesores, algunos compañeros de D. Marcelino Menéndez Pelayo. Hay que decir que, a pesar de todo, sus notas fueron bastante brillantes siempre, contando entre sus aficiones desde muy temprano la lectura: Pereda, Zorrilla, Concha Espina, Coloma, Espronceda... Esta afición le lleva a escribir sus primeros versos hacia el año 1910. Su primer intento será un soneto sobre el Quijote, aunque lo dejaría sin finalizar. En 1913, el 12 de marzo, se le expide el título de bachiller y empiezan las dudas sobre los estudios universitarios que cursaría, pues no estaba el joven Diego excesivamente vocacionado con nada. Sus padres le propusieron ir a Madrid, en el que su hermano Sandalio le sugiere cursar Derecho. Pasa entonces a Deusto, la universidad de la Compañía de Jesús en la cual podía estar gratuitamente por tener ya dos hermanos en la Compañía, comenzando finalmente los estudios de Filosofía y Letras y en los que coincidirá hasta el extremo de entablar una sólida amistad con Juan Larrea. Sin embargo, al no estar todavía acreditada, para los exámenes deberá acudir a Salamanca, donde continúa una de sus grandes aficiones, descubierta no hacía mucho: las corridas de toros, destino final de muchos de sus ahorros juveniles. En esos momentos, le llega también el primer amor -fallido por desgracia tras unos años de intensa correspondencia y encuentros furtivos- en la figura de una maestra santanderina amiga de sus hermanas. A ella le dedicará abundantes versos y será el motivo de la inspiración de su Romancero de la Novia (1920), escrito en 1918, año en el que aparece su primer artículo, "La caja del abuelo". Un año después, y mientras se prepara en Madrid para las oposiciones a catedrático tras obtener la licenciatura y el doctorado, aparece en la Revista Castellana, dirigida por uno de sus profesores, "Vocación" sin que Gerardo tenga noticia de ello.

Gerardo asiste a los conciertos del Circo Price, donde años más tarde se encontrará con Antonio Machado muchas veces y toma contacto con la vida literaria de Madrid, que se mueve en las tertulias de los cafés. En esos años, finales de la década de los 10, se relaciona ya con el ultraísmo y conoce frecuentándolos a Cansinos, que le presentará al chileno Vicente Huidobro, y a Eugenio Montes en Madrid y a Ciria y Escalante y a Pancho Cossío en Santander.

Mientras, también se da a conocer en su Santander natal, pronunciando en el Ateneo de Santander una polémica conferencia sobre "La Poesía nueva" al que llega con colaboraciones en Cervantes, Grecia, Reflector y Ultra.

En 1920 gana por oposición la plaza de catedrático de Literatura en Soria, ciudad en la que todavía se notaba la influencia machadiana. Aquí frecuentará la biblioteca del Ateneo y leerá a Baroja, además de ofrecer cursos y algún recital de piano, permaneciendo por espacio de dos años Poco antes de abandonar Soria, aparecerá publicado su libro Imagen, presentado en el Ateneo de Madrid el Sábado de Gloria de 1922, que lleva la dedicatoria impresa de "Al poeta Juan Larrea, que ha explorado conmigo las rutas de este libro". Este volumen, formará parte de sus recitales en Madrid y Valladolid y se inserta entre el ultraísmo, el creacionismo de Huidobro y el cubismo poético.


Llegado agosto de 1922, Gerardo Diego viaja por vez primera a París, invitado por Vicente Huidobro a pasar quince días en su casa. Allí, le son presentados entre otros Blanchard, Dermée o Juan Gris, aunque al ser verano, era mala época para contactar con todos los núcleos de la intelectualidad francesa del momento, razón por la cual Picasso y otros estaban ausentes. En este mismo año, inicia el curso en un destino nuevo, el Instituto Jovellanos de Gijón, el más antiguo de España. Y en 1923 publica su obra Soria. Aquí permanecerá hasta 1931. De esta etapa destacan su incomparable Manual de espumas (1924), dedicado a la memoria de su amigo Ciria y Escalante y Soria: Galería de estampas y efusiones, que pertenece a la serie "Libros para Amigos" que publica José María de Cossío. También en estos momentos se inicia su colaboración con la Revista de Occidente. Su primer trabajo será el comentario a la Segunda Antolojía Poética de Juan Ramón Jiménez, que en esos momentos es quien ejerce las labores de magisterio entre los jóvenes poetas.

Su vida en Gijón será también más intensa. Más animada culturalmente, acudió a conferencias de Valle-Inclán, Pérez de Ayala, Menéndez Pidal, Miró o Ramón Gómez de la Serna y a conciertos en Oviedo o Avilés. También va a efectuar escapadas frecuentes a Madrid, donde en contacto con Larrea y Garfias proyectan sacar un libro con poemas de los tres y surge la revista Horizonte, con una fugaz existencia: 4 números y dirigida por Garfias y Rivas Panedas, haciéndose también asiduo a las tertulias de Pombo.

En 1925 presenta Versos Humanos, -la obra en la cual aparece el célebre soneto al ciprés de Silos-, al Premio Nacional de Literatura, que consigue al alimón con Rafael Alberti y su Marinero en Tierra, al decretar el jurado desierto el premio al apartado de teatro y proponer que el dinero del premio se destinase para dotar de cuantía económica a la referida obra. También este año empieza a obsesionarse con la idea de sacar una revista poética, ya que en esas fechas la Revista de Occidente, por deseo expreso de Ortega, no contenía versos.

El proyecto de la revista poética llega finalmente en 1927, el año de la conmemoración de Góngora. Se llamará Carmen, que evoca a la muchacha, a la virgen, al "poema" en latín... y que contendrá además a Lola, otro nombre prototípico de mujer española y que se presentaba como "amiga y suplemento de Carmen". En esta última aparecerán publicados sus "jinojepas", poemas en verso a modo de caricaturas de autores, amigos y personajes del momento, como Manuel Altolaguirre. Estos van también firmados por seudónimos tan originales como Jaime de Atarazanas, El Marqués de Altolaguirre, Chiclet o Fray Luis de Pato, siendo Lola la portavoz de lo que Carmen debía callar.

Durante estos años va conociendo poco a poco a los integrantes de lo que después será conocido como generación del 27, siendo Vicente Aleixandre el último autor que conoce. Con todos ellos, iniciará la conmemoración del aniversario gongorino como antes comentábamos, que contó con la realización del famoso acto en el Ateneo de Sevilla al que Gerardo acudió, pero también una conmemoración que es sobre todo un plan de ediciones en la Revista de Occidente, del cual Gerardo será el coordinador. Las Soledades, Letrillas, etc., vuelven a tomar carta de actualidad, junto a la Antología en honor de Góngora de Gerardo Diego, proponiéndose incluso un álbum de dibujos de Moreno Villa y otro de música seleccionada por Ernesto Halffter.

Esta época es también aprovechada por Gerardo Diego para ampliar sus conocimientos mediante los viajes. En un primer momento conocería Andalucía y Levante, para con posterioridad, en 1928, viajar a América, y más concretamente a Buenos Aires y otras ciudades de Argentina y a Montevideo. Allí, desarrolla sus peculiares recitales-conciertos, muy aplaudidos y alguna conferencia sobre música infantil.

Poco después de un viaje que efectuará a Soria en agosto de 1929, conoce a Germaine Berthe Louise Marin, doce años menor que él durante un curso para extranjeros. Iniciarán así un noviazgo que concluye con la boda de ambos en 1934. De este matrimonio, nacerán seis hijos: Elena (Madrid, 1935), Javier (Toulouse 1937), Isabel (Santander, 1938), Luis (Madrid, 1940), Julián (Madrid, 1942) y Carlos (Madrid, 1946)

En 1931 consigue el traslado al Instituto de Santander, publicando entonces su poema religioso Vía-Crucis. Con la llegada de la II República se crean más institutos, ofreciéndosele uno en Madrid, en el que desempeña sus trabajos de 1932 a 1935, año en el que vuelve a Santander. Tras la preparación de esas oposiciones, Gerardo había iniciado la empresa de realizar una antología de poesía española contemporánea, que en principio iba a llevar en paralelo -aunque después no se realizó por el alboroto producido-, una historia de la poesía. El título era Poesía Española. Antología 1915-1931. La antología se realizaría por edades, yendo de Unamuno a Altolaguirre, el benjamín. En ella figuraban: Unamuno, A. Machado, Juan Ramón Jiménez, Moreno Villa, Salinas, Guillén, Dámaso Alonso, el propio Gerardo Diego, García Lorca, Alberti, Villalón, Prados, Cernuda, Altolaguirre, Aleixandre y Larrea. Su publicación en 1932 generará multitud de ataques en la prensa, como el de Pérez Ferrero en El Heraldo de Madrid que habla de "Gerardo y sus amigos" o los de César González Ruano o Ernesto Giménez Caballero, pero fue decisiva para consolidar a la generación del 27.

Dos años más tarde, junto con los viejos poemas de Manual de espumas, apareció una segunda edición, ampliada: Poesía Española. Antología (Contemporáneos). En esta, nos encontraremos en primer lugar la autoexclusión de Juan Ramón Jiménez, añadiéndose por el contrario Rubén Darío, Valle-Inclán, Villaespesa, Eduardo Marquina, Enrique de Mesa, Tomás Morales, José del Río Sainz, Alonso Quesada, Mauricio Bacarisse, Antonio Espina, Domenchina, León Felipe, Basterra, Ernestina de Champourcin y Josefina de la Torre, difuminando así el anterior carácter generacional.

Esta nueva edición volvió a cosechar críticas en la prensa especializada de distinto tono otra vez, produciéndose nuevos malentendidos, muchos de signo opuesto a los producidos con la anterior edición.

Entre las publicaciones de Gerardo Diego anteriores a la guerra no hay que olvidar su Fábula de Equis y Zeda, una parodia humorística de las fábulas y los elementos mitológicos en sextinas reales, homenaje a Góngora, y Poemas Adrede, publicados ambos en México en 1932, aunque el primero había aparecido en las páginas de la revista Contemporáneos. También ejercerá de crítico musical en El Imparcial, pasando el año siguiente a La Libertad.

Un año después, en 1934, realiza un viaje a Filipinas en compañía del físico Julio Palacios. Era un intento de embajada cultural, la primera después del Tratado de París, que Gerardo recordó siempre y que le permitió además hacer amistad con algunos de los poetas de la antigua colonia española: Manuel Bernabé, Flavio Zaragoza o Jesús Balmori, entre otros. Tras su regreso, con el año 1935 ya iniciado, se adhiere al Homenaje de Pablo Neruda de los poetas españoles.

Pero no todo iban a ser alegrías y homenajes. Se inicia entonces la guerra civil, que le sorprendió en Francia, el país de su esposa. No volverá a España hasta agosto del 37, momento en que vuelve a Santander y se adhiere a la Junta de Defensa de Burgos. Sus escritos de estos momentos, tan de circunstancias, le valdrán la ruptura de su amistad con Juan Larrea, entre otros. En estos momentos, escribe artículos para La Nueva España de Oviedo y colabora entre otros con Vértice, Tajo, Santo y Seña, Ecclesia, Radio Nacional, El Español, los diarios Arriba e Informaciones y La Nación, de Buenos Aires

Tras el fin de la guerra, en 1941, publica su Alondra de verdad, una breve selección de Romances y la Primera Antología de sus versos, anticipo de lo que llegaría en 1943. Primero, una nueva revista literaria, Garcilaso, y luego una de las colecciones de poesía con más solera en este país y que dio lugar al famoso premio del mismo nombre: Adonaïs. Ese fue el escenario escogido para publicar la segunda edición de Poemas Adrede. Gerardo sigue trabajando incansable, y en 1944 sale una nueva edición de El Romancero de la novia, a los que se unen Iniciales y La Sorpresa y colaboraciones en más publicaciones: Leonardo, Garcilaso, Revista de Indias, Proel, Signo, La Estafeta Literaria, La Revista de Estudios Políticos o sus artículos en la revista Música. También empieza a elaborar una Historia de la Literatura Española y otra de la Literatura Francesa, que iban a formar parte del Manual de Literatura Universal que dirige Ciriaco Pérez Bustamante.

Por otra parte, el cultísimo Gerardo Diego va a transformarse en mensajero cultural de España, ofreciendo recitales, conciertos y conferencias. Granados, Turina, Falla, Mompou o Esplá saldrán de viaje con él en los sucesivos viajes que realice, como el de Italia.

Cosecha por entonces también distintos honores conseguidos en distintos certámenes literarios y juegos florales, pero de todos ellos el más importante es su ingreso en la Real Academia de la Lengua, que se produce en 1948. Su discurso de ingreso se tituló "Una estrofa de Lope", y fue contestado por Narciso Alonso Cortés. También recibió otros importantes premios, como el Premio Nacional de Literatura de 1956 por Paisaje con figuras, y el Premio Cervantes en 1979, aunque este fue compartido con Jorge Luis Borges.

Fue objeto de distintas antologías, recopilaciones, semblanzas... Algunas hay muy tempranas, como la de Altolaguirre publicada en México en 1948, otras entrañables, como la semblanza que le dedica Ramón Gómez de la Serna, incluida en Retratos completos (1961) y otras como los dos volúmenes de Poesía (1989) recogen esta prácticamente, aunque no todo lo publicado en otros géneros por Gerardo, ni sus epistolarios, constituyendo un corpus de ocho volúmenes. En 1963 publicó en Madrid su novela La suerte o la muerte , y en 1967 su obra Preludio, aria y coda a Gabriel Fauré.

El que había sido "l'enfant terrible" de la poesía española de la primera mitad del siglo XX, Gerardo Diego, murió el 8 de julio de 1987 en Madrid, tras haber cultivado la poesía clásica y tradicional y la vanguardista, aunque tras la guerra civil se convirtió en algo más tradicionalista. Tratará además todos los temas: religioso, taurino, musical..., pero siempre surgidos y tratados con el corazón.
Relación con Miguel Hernández

Aunque la memoria del santanderino, tal y como ha confesado en algunas entrevistas, era muy frágil, lo cierto es que sí se pueden rastrear distintos recuerdos de la figura y la obra de Miguel en la larga trayectoria vital del santanderino, tales como el "patrocinio" de José María de Cossío o el conjunto de talento, estilo, corazón y conducta, que le hicieron destacar entre los demás. Estos rasgos de admiración, respeto e incluso amistad, se trasladan al conjunto de la obra completa, aparecida con motivo del centenario de su nacimiento, una obra completa en la que se ha prescindido de diferencias de todo tipo, políticas, estéticas, etc.

La primera mención la podemos encontrar en el artículo "Poesía española contemporánea", aparecido en el nº 11 de Mundo Hispánico en unos momentos verdaderamente difíciles y muy arriesgados como el año 1949. Este trabajo, contaría con distintas alusiones al oriolano, como la siguiente: "Otro gran poeta, cuya muerte lloramos porque su poesía se hallaba todavía en período de crecimiento y vigorosa fecundidad, es Miguel Hernández, magnífico ejemplo de hombría y de entereza, reflejado en una obra a veces áspera y violenta; pero siempre rezumante de vida y (...) antídoto contra clorosis y anemias neobucólicas, y su poesía explica muchas cosas y casos de nuestra juventud...".

La segunda mención se va a `producir el 6 de noviembre de 1952 en un artículo aparecido en El Noticiero Universal de Caracas: "Victoriano Crémer". El artículo, es aprovechado para situar a Victoriano y a Hernández en una especie de "generación intermedia" a la del 36, una "generación" que contaría en su nómina entre otros con Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco, Germán Bleiberg, José Luis Cano o Leopoldo Panero, y ello a pesar de, cómo bien describe Diego, la reticencia de algunos historiadores de la literatura a hablar de grupos, generaciones, etc.

En 1957, el vehículo elegido para hablar del oriolano, va a ser una conferencia, recogida en las obras completas, "El toreo y los escritores", en la que por un lado alude al poema "CORRIDA-real" de Hernández muy elogiosamente y, por otro, destaca la rápida evolución de la técnica hernandiana, que la llevó a la "sonora plenitud de quevedesco linaje que esplende en formidables sonetos".

Llegados a 1960, momento del cincuenta aniversario del nacimiento de Hernández, Cuadernos de Ágora, nº 49-50 con la poetisa Concha Lagos al frente, le dedicaría un monográfico al poeta, en el que aparecía un artículo de Gerardo Diego: "Perito en lunas" que sería publicado en otras publicaciones del momento aunque con menor extensión, como Panorama Poético Español, de 21 de noviembre de 1960, o el libro editado por Taurus en edición de Mª de Gracia Ifach Miguel Hernández, en las ediciones de 1975 y 1989.

Cuenta en este artículo Gerardo, que presta su visión crítica a Perito en lunas, que conoció esta obra gracias al propio Hernández, que tuvo la deferencia de enviársela en su primera edición. Gerardo Diego explica que este libro es como un solo poema continuo que pretendería seguir la corriente neopopularizante del 27, con ciertas características que, sin embargo, la van a hacer más nueva: una voz sonora y un ritmo propio y restallante. Además, el libro es como la poesía de Góngora o de Guillén, que poetiza en un proceso que va de lo concreto a lo abstracto y en el que, para disfrutarla, hay que seguir un camino inverso al del poeta.

Tampoco hay que dejar de lado la otra manifestación que Diego hace, que el libro es un gran conjunto de acertijos en los que pocas veces se ha deslizado la solución, quedando como así portador de la agudeza, la sorpresa y la emoción poética.

Finalmente, Diego reflexiona sobre la valoración de este libro primerizo, que normal e injustamente se ha desechado y que considera que fue un paso necesario para llegar a su plenitud.

Pero los recuerdos de Gerardo Diego, a pesar de la debilidad memorística que siempre pretendió mostrar, son abundantes, y las menciones a Miguel Hernández aún continúan. Así en ABC, el 9 de julio de 1968 recoge en el artículo "Ignacio en Manzanares" que ese año, fecha del trigésimo cuarto aniversario de la mortal cogida de Ignacio Sánchez Mejías en Manzanares, tuvo lugar un acto de recuerdo al torero, en el cual se recitó el poema que le dedicó Hernández.

A este acto, se le suma el recuerdo de la iniciativa de Sagrario Torres de publicar un libro con cinco sonetos al soneto, mencionando a Hernández en Panorama Poético Español, "Catorce bocas me alimentan". En su texto califica de tremendista la iniciativa, aunque no deja de reconocer que iniciativas así son necesarias para que poetas de tan rico y fuerte temperamento puedan alcanzar el clímax que la furia interior que portan les exige.

El diario madrileño Arriba, el 20 de agosto de 1972, publica un original artículo, "Academia Apócrifa", el cual estaba relacionado con el folleto de Max Aub El Teatro Español sacado a luz de las tinieblas de nuestro tiempo. Gerardo Diego realiza un ejercicio de lo que hoy día podríamos llamar historia-ficción, en el cual Hernández, convertido en académico de la lengua, habría estrenado hacia 1956, -momento de la publicación del folleto-, con gran éxito en Alemania varias obras teatrales: El desdén agradecido, Quien más puede, El murciano valeroso, La villena de Orihuela o El mejor árbol . Hernández estaría en posesión de la "Silla III" de dicha Academia desde el 7 de noviembre de 1952.

Un año después, en 1973, Vicente Ramos publica su obra Miguel Hernández, obra que Gerardo reseña en las páginas del diario ABC de 2 de abril de 1974, aprovechando un poema que introduce en su texto, el soneto hernandiano "Rosa de almendra".

ABC, en vísperas del trigésimo quinto aniversario de la muerte del poeta oriolano, recogió una serie de entrevistas de personajes del mundo de la cultura, como Vicente Aleixandre o Gerardo Diego. Para Gerardo, el oriolano tiene la gloria asegurada por el conjunto de talento, estilo, corazón y conducta que poseía, y que le hicieron destacar entre los demás. Recuerda lo temprano de la fecha en la que le conoció, 1933, fecha de la publicación de Perito en lunas. También recuerda cómo coincidieron en varias tertulias literarias y en la editorial Espasa-Calpe, lugar de trabajo de Hernández gracias a la contratación de José María de Cossío para elaborar la enciclopedia Los Toros.

Cuatro días después, el 31 de marzo de 1977, aparece en el diario madrileño Arriba un escasamente difundido, aunque no por ello menos interesante artículo: "Gloria de Miguel Hernández". Este artículo sería recogido por el mercantil valenciano Levante en su edición de 11 de abril de ese mismo año, y sirve para que Gerardo Diego vuelva su visión crítica a Perito en lunas otra vez. Reitera lo ya dicho de la unidad de hombría, arte, bondad y talento en un poeta inconmensurable al que no es justo comparar con otros. Igualmente menciona el común error de considerar a Perito en lunas un poema reunido en un libro, ya que no hay división entre las octavas reales que lo componen. Octavas reales que son más adivinanzas que hermanan la orfebrería con el juego de niños.

Finalmente, el 28 de marzo de 1982 vuelve a elegir ABC para dar su opinión sobre Miguel, con una poesía de origen "remoto y casi milagroso", afirmando que cualquier momento es bueno para hablar de Miguel Hernández, al que consideraba su amigo y hacia el que podemos destacar una sincera admiración. La guerra truncó esa admiración mutua que podría haber llegado a ser una amistad mucho más profunda como poco, trocando esto por un desencuentro ideológico, aunque hay que decir en su descargo que Diego nunca olvidaría la pureza de la voz del de Orihuela, tal y como hemos podido observar a través del anterior recorrido.